lunes, 2 de abril de 2012

¿Un lugar seguro?


“Hoy es el día  4 de marzo de 2012.  En el día de hoy yo decidí que nunca más usaría la expresión “espacio seguro”
Hoy oficialmente es el día en que yo declaro para mi misma y para quien me quiera oir que la responsabilidad de evitar la violencia es de las propias personas
Exista esa violencia de quien sea contra quien sea, hombres, mujeres, bisexuales, heterosexuales, homosexuales, personas “trans” y todo aquel que no encaje en nada de lo que acabo de citar
Es hoy el velorio y funeral de una idea antigua, usada por mí hasta ayer: La idea de que estando dentro de cuatro paredes y queriendo mucho que ese ambiente fuera seguro, AUTOMATICAMENTE, él se tornaría seguro
Es a partir de hoy que yo transfiero la responsabilidad de evitar la violencia a los ladrillos y hormigón que forman esas paredes para mí
Por lo tanto, convido a todas y todos, que un día quieran hablar sobre un “espacio seguro” a MIRAR para esas paredes y percibir que es imposible hablar de “espacios seguros”… propongo hablar de ahora en adelante de “actitudes seguras”… de una manera de mirar siempre alerta…  Es imposible determinar un lugar geográficamente seguro o no… También por eso quiero hablar sobre la perversión escondida detrás de esa idea, una perversión patriarcal que, inconcientemente repetimos en nuestras prácticas feministas
Cuando yo era pequeña, me dijeron todos, antes que me explicaran lo que era la violencia,  que mi casa era un lugar seguro
Antes que me enseñaran lo que era la agresión física, me decían que las personas de mi familia eran incapaces de hacerme “mal”
Antes que me enseñaran a decir “NO” me decían que la escuela a dónde concurría era segura, que allí nada me sucedería. Por mucho tiempo no identifiqué actos de violencia y obscenidad contra mí, porque esos actos no sucedían en espacios que me había dicho eran seguros. Yo pensaba: “si me dijeron que aquí es seguro, entonces, eso que acaba de pasarme, no es violencia… es mezquino, pero no es violencia.” Y yo no le contaba a nadie. Porque me enseñaron que los muros y ladrillos sabían más que yo sobre dónde era seguro.
Cuando era una niña, era una NIÑA, una criatura que sufría agresión, pero yo no identificaba como “agresión” algo que viniese de alguien seguro, de alguien que la sociedad decía que no me haría mal
Peor… Además de no haber sido enseñada sobre lo que era la violencia, cuando yo era agredida, automáticamente me preguntaba si yo no la habría provocado         
O sea, antes que alguien me agrediera, yo sentía que tenía el mal adentro y que eso provocaba la ira de alguien
ESA ES LA HISTORIA DE LAS MUJERES.
Cuando yo me volví feminista por necesidad de sobrevivencia, comencé a pensar en cómo la violencia había formado parte de mi vida porque simplemente no fui enseñada desde el principio sobre la definición de lo que sería “AGRESIÓN” y no haber sido enseñada a decir “NO” cuando identifiqué el inicio de un acto violento
La percepción de la violencia era acompañada… cómo cuando toco la guitarra y la  batería me sigue para crear un sonido, si yo contaba lo que me pasaba, algo sórdido iba a suceder automáticamente, en paralelo Pero eso no tenía sonido, era sólo silencio
Hoy, por ejemplo, cuando siento que estoy en una situación de violencia me retiro, me aparto. Mas hasta hace poquísimo tiempo atrás, personas físicamente amenazadoras podían llegar  peligrosamente cerca de mí. Eso podía suceder con cualquier tipo de persona,  rica, pobre, blanca, negra, hombre, mujer, etc.
La idea de que apenas un grupo demográfico específico de mujeres y hombres ejerce  violencia es errada, ignorante, ciega y sirve al sexismo vigente.
Más de una vez, la idea de “espacio seguro” en su uso perverso, esconde ese pensamiento y la gente no se da cuenta
La violencia puede pasarle a cualquier persona. Y a lo largo de mis prácticas feministas, en oficinas, congresos, seminarios, protestas, grupos de trabajo, etc, percibí que ciertas mujeres tenían más voz cuando hablaban de sus experiencias de violencia
Mujeres lesbianas, por ejemplo, cuando traían sus relatos, recibían menos atención, al final, ellas estaban en una relación que las oyentes decían ser “más seguro”… un espacio seguro para mujeres que se relacionaban sin sufrir violencia… MENTIRA
Hasta ayer, intenté crear “espacios seguros” en oficinas y debates, en la apertura de eventos y festivales feministas, sobre un palco… un espacio seguro para mujeres que se relacionaran sin sufrir violencia… MENTIRA
Todo eso que yo hice hasta ayer dentro de ese tema, y mi nueva percepción de militante y sobreviviente es INÚTIL
La única manera de evitar la violencia es a través de la ACCIÓN individual, que puede partir de la toma de conciencia de un grupo que debata y se mantenga alerta y unido contra cualquier cosa que puede asemejarse a un acto de violencia
Determinar que algún cuarto, sala, galpón, palco, camarín, corredor, es un espacio seguro, es pasar a esos ladrillos y bloques la RESPONSABILIDAD nuestra de vigilar a nuestro alrededor y reparar en cómo las personas se relacionan
Alguien puede decir: “pero es obvio que cuando hablamos de espacio seguro, hablamos de la responsabilidad de las personas de crearlo”
No es obvio, eso es nocivo
Vamos a cambiar el lenguaje… Las palabras crean la realidad.
NO EXISTE ESPACIO SEGURO

Elisa Gargiulo, vocalista y guitarrista de la banda feminista Dominatrix (Brasil)