“Hoy es el día 4 de
marzo de 2012. En el día de hoy yo
decidí que nunca más usaría la expresión “espacio seguro”
Hoy oficialmente es el día en que yo declaro para mi misma y
para quien me quiera oir que la responsabilidad de evitar la violencia es de
las propias personas
Exista esa violencia de quien sea contra quien sea, hombres,
mujeres, bisexuales, heterosexuales, homosexuales, personas “trans” y todo
aquel que no encaje en nada de lo que acabo de citar
Es hoy el velorio y funeral de una idea antigua, usada por
mí hasta ayer: La idea de que estando dentro de cuatro paredes y queriendo
mucho que ese ambiente fuera seguro, AUTOMATICAMENTE, él se tornaría seguro
Es a partir de hoy que yo transfiero la responsabilidad de
evitar la violencia a los ladrillos y hormigón que forman esas paredes para mí
Por lo tanto, convido a todas y todos, que un día quieran
hablar sobre un “espacio seguro” a MIRAR para esas paredes y percibir que es
imposible hablar de “espacios seguros”… propongo hablar de ahora en adelante de
“actitudes seguras”… de una manera de mirar siempre alerta… Es imposible determinar un lugar
geográficamente seguro o no… También por eso quiero hablar sobre la perversión
escondida detrás de esa idea, una perversión patriarcal que, inconcientemente
repetimos en nuestras prácticas feministas
Cuando yo era pequeña, me dijeron todos, antes que me
explicaran lo que era la violencia, que
mi casa era un lugar seguro
Antes que me enseñaran lo que era la agresión física, me
decían que las personas de mi familia eran incapaces de hacerme “mal”
Antes que me enseñaran a decir “NO” me decían que la escuela
a dónde concurría era segura, que allí nada me sucedería. Por mucho tiempo no
identifiqué actos de violencia y obscenidad contra mí, porque esos actos no sucedían
en espacios que me había dicho eran seguros. Yo pensaba: “si me dijeron que
aquí es seguro, entonces, eso que acaba de pasarme, no es violencia… es
mezquino, pero no es violencia.” Y yo no le contaba a nadie. Porque me
enseñaron que los muros y ladrillos sabían más que yo sobre dónde era seguro.
Cuando era una niña, era una NIÑA, una criatura que sufría
agresión, pero yo no identificaba como “agresión” algo que viniese de alguien
seguro, de alguien que la sociedad decía que no me haría mal
Peor… Además de no haber sido
enseñada sobre lo que era la violencia, cuando yo era agredida, automáticamente
me preguntaba si yo no la habría provocado
O sea, antes que alguien me agrediera, yo sentía que tenía
el mal adentro y que eso provocaba la ira de alguien
ESA ES LA HISTORIA DE
LAS MUJERES.
Cuando yo me volví feminista por necesidad de sobrevivencia,
comencé a pensar en cómo la violencia había formado parte de mi vida porque
simplemente no fui enseñada desde el principio sobre la definición de lo que
sería “AGRESIÓN” y no haber sido enseñada a decir “NO” cuando identifiqué el
inicio de un acto violento
La percepción de la violencia era acompañada… cómo cuando
toco la guitarra y la batería me sigue
para crear un sonido, si yo contaba lo que me pasaba, algo sórdido iba a
suceder automáticamente, en paralelo Pero eso no tenía sonido, era sólo
silencio
Hoy, por ejemplo, cuando siento que estoy en una situación
de violencia me retiro, me aparto. Mas hasta hace poquísimo tiempo atrás,
personas físicamente amenazadoras podían llegar
peligrosamente cerca de mí. Eso podía suceder con cualquier tipo de
persona, rica, pobre, blanca, negra,
hombre, mujer, etc.
La idea de que apenas un grupo demográfico específico de mujeres y hombres
ejerce violencia es errada, ignorante,
ciega y sirve al sexismo vigente.
Más de una vez, la idea de “espacio seguro” en su uso
perverso, esconde ese pensamiento y la gente no se da cuenta
La violencia puede pasarle a cualquier persona. Y a lo largo
de mis prácticas feministas, en oficinas, congresos, seminarios, protestas,
grupos de trabajo, etc, percibí que ciertas mujeres tenían más voz cuando
hablaban de sus experiencias de violencia
Mujeres lesbianas, por ejemplo, cuando traían sus relatos,
recibían menos atención, al final, ellas estaban en una relación que las
oyentes decían ser “más seguro”… un espacio seguro para mujeres que se
relacionaban sin sufrir violencia… MENTIRA
Hasta ayer, intenté crear “espacios seguros” en oficinas y
debates, en la apertura de eventos y festivales feministas, sobre un palco… un
espacio seguro para mujeres que se relacionaran sin sufrir violencia… MENTIRA
Todo eso que yo hice hasta ayer dentro de ese tema, y mi
nueva percepción de militante y sobreviviente es INÚTIL
La única manera de evitar la violencia es a través de la ACCIÓN individual, que
puede partir de la toma de conciencia de un grupo que debata y se mantenga
alerta y unido contra cualquier cosa que puede asemejarse a un acto de
violencia
Determinar que algún cuarto, sala, galpón, palco, camarín,
corredor, es un espacio seguro, es pasar a esos ladrillos y bloques la RESPONSABILIDAD
nuestra de vigilar a nuestro alrededor y reparar en cómo las personas se
relacionan
Alguien puede decir: “pero es obvio que cuando hablamos de
espacio seguro, hablamos de la responsabilidad de las personas de crearlo”
No es obvio, eso es nocivo
Vamos a cambiar el lenguaje… Las palabras crean la realidad.
NO EXISTE ESPACIO SEGURO
Elisa Gargiulo, vocalista y guitarrista de la banda
feminista Dominatrix (Brasil)